Este año decidí pasar la Nochebuena y la Navidad en mi casa, alejada por completo del ruido y del consumismo insensato. La verdad, lo estaba...

NAVIDAD... CON VISITAS INESPERADAS

Este año decidí pasar la Nochebuena y la Navidad en mi casa, alejada por completo del ruido y del consumismo insensato. La verdad, lo estaba pasando bien, sentada junto al ventilador, trabajando en mis proyectos y bebiendo un tecito. No hacía mucho calor, además.

A eso de la medianoche, sin embargo, escuché que alguien golpeaba a mi puerta. Y el ruido provenía desde la mitad inferior de dicha puerta. Por la ventanita no se veía nada, así que puse la cadena, eché un vistazo por la rendija y... me topé con ESTO:


—¡Hola! —gritaron todas esas diminutas criaturas, y una de ellas añadió—: ¿Aquí es donde vive la chica esa que tiene un dragón y detesta la Navidad?

—Bueno, sí, soy yo, pero...

—¡Traemos bastones de caramelo!

—¡Adelante! —exclamé, y de pronto había como cien elfitos navideños pululando por mi casa, despatarrándose en cualquier lugar posible como trabajadores agotados que al fin pueden darse un respiro. Algunos fueron a examinar el refrigerador, y entonces me sentí como Bilbo en El hobbit (puestos en ello, no soy mucho más alta que un hobbit, aunque por suerte no tengo pies peludos, lo cual sería antiestético en esta época).

Chupeteando un bastoncito de caramelo, pregunté a los elfos qué los traía exactamente a mi casa. Me respondió el de los bigotes como Cantinflas:

—La Navidad. ESO es lo que nos ha traído hasta aquí. Todo el año trabajamos en ese taller, escuchando interminables villancicos mientras fabricamos juguetes, ¡y la verdad es que ya estamos hartos! Hicimos una protesta y Papá Noel nos dijo que podíamos venir aquí a descansar hasta febrero.

—¿Hasta... febrero? ¿De dónde sacó Papá Noel la peregrina idea de que mi casa es un hot...?

Entonces entendí: esto era una especie de venganza retorcida del viejo regordete, queriendo hacerme pagar por mi falta de espíritu navideño. Pero ¿saben qué? De pronto no me pareció mala cosa. Los elfos tenían pinta de simpáticos, y como a mi casa no vienen visitas interesantes, decidí que bien podría hospedarlos hasta la mencionada fecha. Además, también sería una forma de no pensar en mi difunto gato.

En fin, que decidimos hacer una cena de no-Nochebuena, con pasta espolvoreada con queso parmesano, limoncello, pepinos frescos, melocotones, chocolate y limonada. Pusimos música de rock, un poco de samba y alguna bandas sonoras (cualquier cosa que NO sonara navideña).

A la medianoche empezaron los fuegos artificiales. Sigo sin entender esa costumbre, pero bueno, algunos elfos salieron a mirarlos porque también son aficionados a las auroras boreales.

Y llegó la Navidad. Los elfos, mi dragón y yo nos quedamos hasta tarde charlando sobre cualquier cosa (las focas y los osos polares, los malos hábitos de Papá Noel, la serie Juego de tronos y así por el estilo), y finalmente acomodé a todos los elfos en la habitación para invitados. (Aquí entre nos, y después de oír roncar a los elfos, quizás lo de mandarlos a mi casa no es del todo una venganza sino una estratagema de Papá Noel para disfrutar de un par de meses de silencio. Puedo identificarme con su problema, en mi ciudad también hay un ruido espantoso.)

Por la mañana, la elfina esa que se parece a Reese Witherspoon había salido a volar en mi Donaldito (las demás elfinas se fueron a visitar la Ciudad Vieja). Los elfos varones se ordenaron en una fila para hacer lo mismo, y así han pasado la Navidad entera, planeando por un cielo despejado y veraniego. Algunos ya están diciendo que volar en dragón es mejor que volar en trineo (el cual tomaron "prestado" una vez y no devolvieron en las mejores condiciones...), y que tal vez vengan a mi casa el próximo año. Por mí está bien.

Aunque... la verdad, me preocupa el elfo con el pelo verde y las pupilas dilatadas. Todavía no decido si está drogado, poseído o si simplemente es excéntrico y comió demasiados alimentos azucarados en el taller de Papá Noel. Digo, no se le entiende lo que dice, corre por las paredes, se cuelga de las lámparas y cada tanto se detiene con la mirada en blanco murmurando cosas para sí con su inquietante vocecita. Dejaré a mano el teléfono de algún psiquiatra.

El elfo ancianito es adorable, sin embargo. Me hizo una muñeca y una réplica de mi gato, todo en madera :-)

Mañana llevaré a los elfos a la playa. ¡Y organizaremos un concurso de esculturas de arena! Luego grabaremos vídeos y le restregaremos su "venganza" a Papá Noel por todo YouTube >:-D

Ha sido una estupenda y muy élfica no-Navidad.

G. E.

2 comentarios:

  1. Qué entretenida has estado!
    Te deseo lo mejor para este año que llega y espero ese cuento de terror.
    Saludos para Donald ( A ver si venís en vuelo exprés para Almería alguna vez) ;)

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  2. Lo mismo digo, Luismi :-) Besos y gracias por el comentario. Lo del vuelo está en mis planes, pero no sé si alguna vez podré cumplirlo (ojalá, ojalá, ojalá).

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