Todo empezó cuando yo era pequeña. Sí, así de temprano se originó la cosa. Resulta que estaban pasando en la tele la serial española Verano azul, donde, por razones obvias, todos los protagonistas hablaban con acento español. A mí no me parecía raro, primero porque tengo parientes españoles, y segundo porque ya era lo bastante grandecita para saber que había millones de hispanohablantes viviendo en diferentes países, y que no todos se expresaban igual que yo. Para reafirmar ese conocimiento tenía, también, las películas de Cantinflas y el programa El chavo del ocho.
Peeeero... muy pronto también averigüé que hay gente de mentalidad muy cerrada, por no decir directamente xenofóbica y racista. O sea, la tía de una amiga de mi infancia. Ella no miraba Verano azul, argumentando que no entendía a los personajes porque hablaban en "gallego". Ya ven, esta mujer no sólo era xenofóbica sino también ignorante, porque el gallego es un idioma diferente del español, más relacionado en sus orígenes al portugués.
Tenía OTRA amiga a la que le molestaba si yo usaba cualquier palabra o expresión de uso común en España pero poco usada en Uruguay, como si por escucharme corriera el riesgo de contagiarse una enfermedad o algo así. (Esta persona ya no es mi amiga. Tenía otros defectos de carácter aparte de la xenofobia.)
Como el lenguaje de los países latinoamericanos es tan diverso, se inventó algo que denominamos "castellano neutro" para el doblaje de películas, que en general se hace en México o Chile. Técnicamente nadie habla así por estos lares, pero todo el mundo lo entiende y nos llevamos bien con este sistema. Sin embargo, cuando Pixar lanzó su película Los increíbles, los argentinos decidieron que el castellano neutro no les venía bien, y por lo tanto hicieron un doblaje en su propio país con la variante rioplatense (hablada en Uruguay y Argentina), donde se usa el "vos" en lugar del "tú" y las conjugaciones verbales se acentúan de otra manera; por ejemplo, decimos "vos comés" en lugar de "tú comes". (Sí, yo también hablo esta variante del español. No la uso en mi escritura porque es demasiado local, y además no tengo ganas de hacerme un lío con las tildes en lugares distintos :-P) Como sea, que los argentinos quisieran dar trabajo a sus actores de doblaje no me pareció mal, pero sí me chocaron varios comentarios de argentinos y uruguayos en la onda de "así los niños entenderán mejor la película y no habrá qué explicarles las expresiones mexicanas". ¿En serio? ¿Tan terrible hubiera sido que los niños aprendieran cómo se habla en otros países? ¿O es mejor encerrarlos en un ambiente lingüístico local de tal modo que no se "contaminen" con expresiones foráneas? La verdad, como que contradice todos los estudios que afirman que cuantos más idiomas sepa un niño, es mejor para su desarrollo intelectual...
También he oído a muchos latinoamericanos quejarse de las traducciones españolas de los libros, donde usan el "vosotros" en lugar del "ustedes" y ponen "tío" en lugar de "tipo" (por ejemplo). Ni que fuera tan difícil acostumbrarse o preguntar qué significan algunos términos...
Esto sigue, sólo que ahora es al revés. Cuando empecé a poner mis libros en Amazon y acepté correcciones y comentarios de mis lectores (los cuales agradezco muchísimo, de verdad), empecé a notar un fenómeno similar: españoles que mencionaban la existencia de "expresiones latinoamericanas" en determinados libros o que me sugerían corregir tal o cual cosa porque "les sonaba raro".
Poco a poco acabé por reaccionar así:
Uf. Ahí vamos de nuevo.
A ver si me explico de una vez, hispanohablantes de todo el mundo: NO TENEMOS POR QUÉ ESTANDARIZAR NUESTRO IDIOMA. Hablamos distinto, supérenlo. Es como la evolución biológica divergente dada por el aislamiento geográfico: produce variedades locales que no son menos válidas que el resto. Los países latinoamericanos nos independizamos de España hace unos 200 años, y puestos en ello, los españoles tampoco hablan como hace 200 años (es probable que Miguel de Cervantes, si lo trajéramos mágicamente al 2013, opinara algo así como "qué mal hablan estas nuevas generaciones"). Da igual si algo es guay, chévere, chido, genial o "qué bello", como diría Catherine Fulop. Da igual si hablo de fresas o frutillas, de bolas o pelotas, de baldes o cubos, de arvejas o guisantes verdes, o si digo "se dio vuelta" en lugar de "dio la vuelta". ¡ES LO MISMOOOOOOOO! Y sí, en mis libros voy a usar expresiones latinoamericanas, porque ¡oh sorpresa!, yo soy latinoamericana (sería el colmo que tuviera que hacer una edición separada de cada uno de mis libros para adaptarla al habla local de cada país, tratándose del mismo idioma). No porque una forma de hablar/escribir sea diferente tenemos que saltar a decir "uy, eso está MAL" (a menos que se trate realmente de errores de sintaxis, gramática u ortografía, los cuales sí deben ser corregidos). Me da que los gringos y los británicos no se andan increpando unos a otros las diferencias en sus respectivas formas de usar el inglés.
De hecho, más bien deberíamos felicitarnos porque el español, en todas sus variantes, es el tercer idioma más utilizado en Internet y el segundo idioma en cuanto al número de personas que lo tienen como lengua materna. O sea, ¡vamos bien posicionados en la carrera por el dominio lingüístico mundial! :-D
Me voy a charlar con algunos hispanohablantes extranjeros para enriquecer mi propio uso del idioma. Hasta luego.
G. E.
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FRAGMENTO DE LA DAMA Y EL LOBO
Un aullido solitario la despertó en plena madrugada. Anna se incorporó y vio que la ventana se había abierto por sí sola, dejando entrar también una brisa muy fresca con olor a tierra y pinos. La joven pensó en darse la vuelta y volver a dormir, pero el aullido sonó de nuevo y esta vez ella no pudo ignorarlo. Se levantó de la cama, por lo tanto, y cruzando los brazos se aproximó a la ventana. El aullido se prolongó durante todo ese tiempo: intenso, grave, extrañamente musical. Flotaba en el aire como un ave planeando en las corrientes más altas. Era hermoso.
Pasando el muro, que no se veía excepto por una línea oscura entre los árboles, el bosque se veía en calma. Sólo un leve estremecimiento daba vida a las espesas coníferas, y si había lechuzas o mamíferos nocturnos cazando, resultaba imposible de discernir. Excepto por el aullido, claro. Pero ¿por qué no le respondían los otros miembros de la jauría? ¿Se trataría acaso de un lobo solitario, o el líder estaba convocando a los suyos para ir en busca de alguna presa? Anna no sabía mucho sobre los lobos reales. En los cuentos de hadas siempre eran los villanos de la historia, pero ella suponía que los pastores debían detestarlos por las matanzas de ovejas. Seguro que podían romper huesos con los dientes, igual que los mastines.
El aullido cesó un momento y luego se repitió por tercera vez, más cerca que antes. ¿Se movía tan rápido el animal, o ahora sí se trataba de un segundo lobo? Como fuera, Anna cerró los ojos y se permitió disfrutar del sonido. El corazón le latía más rápido y los vellos de la nuca se le erizaron, pero no a causa del temor. Era lo que sentía cuando escuchaba uno de sus conciertos favoritos, o cuando se hallaba bajo un cielo que amenazaba con dejar caer una tormenta en cualquier instante.
Tenía que salir del castillo. Tenía que acercarse al muro y oír aquello a la menor distancia posible, para captar el fenómeno en toda su bestial magnificencia. Fue un impulso que surgió así de repente, dominándola por entero como un golpe de viento que se originara en su propio cuerpo. Nunca había deseado algo con tanta intensidad.
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